jueves, 11 de septiembre de 2014

PETROGLIFOS "LA PLAYA DE LOS ZORROS"


POR: PERCY ROJAS PALOMINO

La mañana del “Domingo siete” de setiembre, de 2014, se mostraba friolenta, sin embargo, cánticos de pájaros avivaban este nuevo día.  El reloj  en su tic tac marcaba las seis en punto, era hora de levantarse y sin pensarlo dos veces, realice la primera llamada a mi compañero de expedición: Luis Flores, para ponerle en alerta, que la hora de partir sería en veinte minutos. Él ya estaba listo, mientras que Víctor Malca esperaría en el Parque de Chinguión.
La vida nos daba la oportunidad de volver a vivir experiencias maravillosas, unidad que se ha ido fortaleciendo con largas caminatas y con interesantes conversaciones sobre el patrimonio cultural. Nuestra imaginación, de ella siempre nos dejamos llevar para así recrear como vivieron nuestros ancestros y como disfrutaron de la vida en gran plenitud…
Puse en marcha el motor de mi vehículo con dirección al punto de encuentro. Víctor y Luis estaban listos para emprender en esta nueva experiencia, y como es de costumbre siempre se suma un nuevo integrante al grupo de “Tembladera Destino Turístico”. En instantes aparecería Eladio Segura Soto, quien por fortuna había conversado con Luis, éste a la vez le había brindado una pequeña charla, sobre cuál es el propósito de estas expediciones. Sin embargo nuestro compañero Genaro Yépez, por circunstancias mayores no nos acompañaría en esta ocasión. Aun así podíamos sentir su espíritu aventurero junto a nosotros, que por cierto en nuestro pensamiento siempre bailaba la idea de un Genaro explorador, decidido y altruista.
SOFÍA ESPINOZA Y SEGUNDO ESPINOZA  
A las siete de la mañana nos dirigimos al Caserío de Ventanillas, para después continuar nuestro recorrido por la quebrada “El Caracol” , “Pan de azúcar”, “Cerro La Cucula” y finalmente llegar a nuestro Objetivo: ”La Playa de los Zorros”.

El motorizado solo nos facilitó hasta El Pan de Azúcar, es decir un recorrido de cuarenta minutos desde Ventanillas a dicho Lugar. Ahí encontramos al Sr. Segundo Espinoza, quien nos dio la bienvenida a esos espacios; con él compartimos parte de nuestra misión, y él sin ocultar información, nos dio una pista de cómo llegar a nuestro objetivo, para ello tendríamos que dejar el vehículo y continuar caminando y para esa larga caminata dentro de nuestras provisiones contábamos con bastante líquido y frutas.

Los espacios eran vírgenes para nuestras miradas. Entre algarrobos, espinos, vichayos, zapotes y gualtacos íbamos plasmando su naturalidad, su forma especial de sobrevivir a la sequía, y su grandeza de solidaridad al brindar sombra a los caminantes. Las colinas de ambas márgenes, se mostraban fortalecidas.  Mientras que nuestro calzado impregnaba huella profunda en su polvorienta aridez.

Nuestro objetivo estaba a tres horas y media, sin embargo nuestros ojos se distraían a cada metro que avanzábamos, no podíamos dejar pasar desapercibido cada rincón de estos espacios. Playas inmensas aptas para el cultivo, eras razones más que suficientes para que nuestros antepasados asentaran su huella, indicios valiosos que los han estampado en cada roca, para así dejar viva su presencia en la mente de la humanidad, y así hoy tener que escribir que en este lugar vivieron hombres sabios de gran pensamiento.

A las diez de la mañana nos encontramos con la Sra. Juana Plasencia Mostacero y con su sobrina Sra. Sofía Espinoza, ambas dedicadas al pastoreo de cabras y al cultivo de maíz en pequeñas áreas que viene hacer el alimento diario. Sorprendidas por nuestra visita quedaron, ya que por estos lugares no es muy común ver personas con cámaras fotográficas y con vestimentas menos deterioradas a las que lucen en el campo.
Conversamos con ellas, a quienes también explicamos el propósito de nuestra visita. Juana y Sofía muy emocionadas nos escuchaban. La pequeña charla conllevó a que Juana nos abriera las puertas de estos espacios con mayor conocimiento y con mucha libertad y seguridad, nos mostró el primer petroglifo conocido como “El Pato”, éste se encontraba entre vichayales y zapotales, que para su documentación teníamos que realizar la limpieza del mismo.
Eladio Segura, nuestro nuevo integrante, mostraba gran emoción, y sin esperar fue el primero en hacer la limpieza de dicho petroglifo. Se plasmaron fotografías para la documentación correspondiente y así tener un lugar especial dentro de los archivos de la riqueza cultural de nuestro distrito y por ende de nuestro país.
Sofía, nos dio a conocer que en los próximos treinta minutos llegaríamos al objetivo, y así fue. Caminando en dirección al sol, la Playa de los zorros se podía avizorar a un kilómetro aproximadamente. Sus extensas áreas estaba cubierta de plantas silvestres (Zapotes y Vichayos), la cual nos deja deducir que dicho lugar lleva ese nombre debido a que los zapotes vienen hacer el alimento principal de los zorros. Este lugar está surcado por un canal de irrigación, que estamos seguros que fue de gran importancia para los pobladores del Perú Milenario.
En nuestra avanzada a pocos metros se encontraban las famosas “figuras”, “dibujos”, tal como lo llaman los caminantes. La exploración se inició en la planicie y la sorpresa fue al llegar al inicio de la colina, donde un “Águila gigante se muestra muy desafiante atrapando una serpiente”. Escena petroglífica que nos revela al reino animal en su estado natural. Así como también divisamos a un “indio cazando un animal”, “Pie de un Gigante”, “escena erótica”,  “Dos Pilares y la Luna en su Menguante”,  “Radiante Sol”, “El Gusano de Cara Cuadrada”, entre otras escenas petrificadas que dejan mucho para nuestra imaginación.  
El reloj marcaba las once de un domingo siete, era hora de un buen refrigerio. Luis iba preparando el trípode para montar la cámara filmadora y así plasmar este lugar para el archivo de Tembladera destino Turístico (TDT), Víctor Malca acentuaba la importancia de estos espacios en un video, Eladio Segura exploraba y limpiaba cada petroglifo y Yo fotografiaba la flora, la fauna, las colinas, el azul infinito, el horizonte y cada  escena petrificada del Perú Milenario.
Habíamos logrado el objetivo, cada uno de nosotros nos sentíamos satisfechos, felices y afortunados; el conocer las riquezas que existen en nuestro Distrito, en nuestra Región y en nuestro País nos hace ser hombres libres; porque conocer nuestro pasado, es alumbrar con viva llama de sabiduría, camino correcto que debemos seguir para tener un mejor futuro. No podemos caminar vendados, a oscuras, sin la luz de una antorcha que nos ilumine, porque hoy en día caminar hacia el futuro, dependerá mucho de cuánto te has enriquecido en la simiente, en la cuna, en el origen, en el génesis de tu Cultura.

RELL FOTOGRÁFICO SIN EDICIÓN - CLIP EN LA FOTO PARA VER TAMAÑO NORMAL

























miércoles, 30 de julio de 2014

AVENTURAS EN LAS CUEVAS DE YONÁN


 Por: Percy Rojas Palomino-

La mañana del 24 de febrero del 2013, se vestía de intensos rayos solares, el día se mostraba muy desafiante, pero la voluntad del espíritu aventurero que jugueteaba en el interior de cada uno de nosotros, nos incitaba ir en busca de lo desconocido. Luis Flores, José Yépez, Víctor Malca, Manuel Correa y Yo, emprendimos nuestra aventura con destino hacia las Cuevas de Yonán, un lugar enigmático, que para llegar a ellas, teníamos que caminar al filo de la muerte, entre abismos, montículos y laderas rocosas no muy amigables. 

Danzaban las 8:30 de la mañana, ya listos, para dar el primer paso en tierras de losCupisniques, José Yépez representante de la agencia de Viajes y Turismo Inti Qori, inició sus charlas preventivas, dónde advirtió a  nuestra experiencia de los peligros que se podrían presentar durante el recorrido. Una vez preparados, con equipaje en hombro, nuestro reportero gráfico de Tembperu, Luis Flores, con la lente de su cámara inicia la grabación de esta maravillosa experiencia.



Las Cuevas de Yonán, han sido el comentario de propios y extraños, muchos lo hacían cuándo pasaban por la carretera que conduce a la ciudad de Cajamarca; desde allí se puede divisar tres de estas cuevas. Sin embargo, pocos han sido los que se han atrevido a emprender un viaje al interior de ellas. Recuerdo la forma especial de algunos amigos ancianos del valle cuando relataban las mil y una anécdotas de este lugar, “…estaba cansado, me detuve cerca a los petroglíficos, mientras descansaba sobre las piedras, miré hacia las cuevas. ¡Era algo extraño! Por un instante pensé que estaba dormido y que estaba soñando. Increíble, era mediodía de un miércoles. En el interior de una de las cuevas brillaba intensamente una luz. Eso me lleno de mucho miedo y a la vez de mucha curiosidad…”. _Otro de ellos contaba: “…un perol de oro gigante se esconde en sus entrañas…”, “…siempre aparece una chica de cabellos rubios y ondulantes semidesnuda, y pasea durante la noche sobre el puente de fierro, ella sale de una de las cuevas y se dirige hacia el río. Después, desaparece…”. Leyendas plasmadas en la memoria de muchas generaciones y que hasta entonces aún siguen siendo tema de conversación y una incógnita por revelar.

 Mientras la noticia de 1987, despertaba mucha curiosidad porque se tejían comentarios como “…en ese lugar hay muchos huacos, están colocados en andamios, y son muy bonitos…”. Los jóvenes de ese entonces decidieron emprender la primera expedición. El físico y sus habilidades eras sus mejores armas. Pero al llegar al lugar de los hechos se dieron con la sorpresa que todo lo que les habían contado era mentira, sin embargo sirvió como carnaza, y así emprenderlos en esta aventura. Pero igual, este viaje resultó ser  tan llamativo para que otras personas con espíritu aventurero, años después decidieran embarcarse en esta experiencia hacia lo desconocido. Personajes como Elvis Flores, Luis flores, Julio Plasencia, Martin Montoya, Auner Hoyos, José Yépez y otros, también desafiaron a la naturaleza y los peligros que demanda llegar a las Cuevas de Yonán. Recordemos el 14 de abril de 1995, esta expedición condujo a doce  jóvenes equipados de físico y conocimiento a perennizar esta hazaña y plasmarla en el primer documental.
Nosotros, mucho más motivados por las experiencias que van tejiendo nuestra historia, decidimos conocer este lugar enigmático y revelar algunas preguntas que aún son incógnitas de nuestros amigos del Valle. 

 Los diez primeros minutos nos premió con la visión panorámica de un asentamiento indígena, donde se aprecian vestigios notables plantados en las laderas de los cerros frente al puente de Yonán Viejo, que conduce hacia Trinidad. Esto es una muestra de cuán valioso viene a ser nuestra cultura. Su exquisitez patrimonial aún perdura ante las inclemencias de la naturaleza. El reflejo de sus vivencias se deja notar en cada piedra antepuesta, que formó este asentamiento de nuestros pasados. En ella, si dejamos que se recree nuestra imaginación, escucharemos el juguetear de los niños, la hamaca  y su vaivén colgante, los hombres labrando la tierra y sus mujeres celebrando sus actividades domésticas, haciendo tintinear el tiesto. Desde este lugar también podemos apreciar libremente las aguas del Jequetepeque, que en su curso van irrigando los sembríos de arrozales, árboles frutales y los famosos carrizales.

 El viaje, cada vez más nos acercaba al azul, y mientras más avanzábamos, los peligros se agigantaban, pero eso no era impedimento para el equipo. Claro, nuestro amigo José correa hizo un alto. Se despidió. Y decidió retornar. Su objetivo, fue motivarnos, ya que él participó en la expedición del ‘95.
José Yépez, trazaba el camino al compás de un silbido, haciendo más divertida la caminata. Víctor Malca, levantaba la mano y señalaba las lejanas montañas andinas, mientras nos relataba sus anécdotas aventureras plasmadas en ellas. Yo, escuchaba. Luis flores, Grababa. Y el viento impetuoso marcaba su espacio.

A las 10:20 de la mañana, de forma sorpresiva en lo personal, escuché decir a José ¡Hemos llegado!, ¡Ahí está! ¡Es la primera! _ Víctor y Luis, asombrados divisaron el lugar y juntos caminamos en dirección de esta caverna. Ya en ella, algunos signos negativos fluían, y eran notables cuando expresaba José que debemos tener mucho cuidado. Nada me detuvo, avance, recorrí cada espacio y me atreví a ingresar hasta las entrañas de este socavón. Mientras avanzaba, percibía en su espacio una energía fuerte, que se apoderaba de toda mi energía, pero aun persistente me profundice en ella, para saber cuál es el misterio que en ella se esconde. Coincidíamos en opiniones. Los murciélagos alborotados, buscaban un refugio más interior; nuestras plantas sentían un colchón suave, formado por estiércol de estos mamíferos. Humedad, vestigios rocosos en forma de goteros. Oscuridad. Huellas de animales se mostraban sobre el estiércol que podrían ser de puma. Piedras lizas y estriadas hacen una bóveda pétrea, en el interior de este collado. ¡Era la primera!. Un Robusto árbol, es el guardián.

Era la cuarta vez que Luis visitaba este lugar, pero aun así, podía ver en su rostro reflejo de emociones. Sus opiniones variantes a sus primeras visitas. Las coincidencias de algunas formas que aún conservaba la naturaleza, era una muestra exacta de sus observaciones, generando temas de una buena conversación. Mientras la lente de su cámara,  grababa todo el acontecimiento.
Víctor Malca, experimentado guía turístico conocido como Puka Inti (Sol Rojo), por su experiencia, nos recomendaba minuciosamente como internarnos en la cueva. Dónde pisar, que piedras no mover, y sobre todo mantener el estado de ánimo fuerte.
José, tomaba los apuntes respectivos. Hacía algunos cálculos de medición y ritualizaba en voz baja para alejar la energía negativa.

Muy asombrado, ya en el interior, con linterna en mano, iba hablando fuertemente de todo lo que apreciaba a mi paso, y así facilitar a José para que tome nota.
Fotografías innumerables iban plasmando éste misterioso lugar, la idea de todo el equipo es mostrar al mundo cuán maravilloso es nuestro Tembladera, y cuánta riqueza de gran importancia forma nuestro patrimonio Cultural.
Seguimos en nuestro recorrido y después de treinta minutos más, llegamos a la Cueva Principal, es increíble poder describirla. Reposé un momento sobre las rocas de su entorno. A mi lado un cactus, al cual Luis llamaba, “eras pequeñito…”.Nos detuvimos. Más fotografías, más apuntes, más mediciones, más cálculos, más comentarios. Ya sobre ella, José preparaba su espacio sagrado, para realizar un ritual, en el que ofrecía a los APUS el respecto, cuidado y preservación de sus espacios, a cambio de brindarnos el ingreso a su interior y así poder extraer toda la información necesaria. Cigarrillos Inka, Agua Florida, Aguardiante, Hoja de Coca y algunos caramelos eran los ingredientes sagrados que ofrecía José, al collado.

Se inició el ritual, tal como lo practicaban nuestros antepasados del Perú Milenario. Se inició el rescate de una de sus más valiosas costumbres, dónde se imploraba a la naturaleza, a derramar el poder divino sobre su pueblo. Palabras que identificaban nuestro idioma ancestral, hacían eco profundo en la colina. Chacchando coca, bebiendo aguardiente, pulverizando agua florida, y fumando un cigarrillo; armábamos los ánimos, para después hacer nuestro ingreso una vez más hacia el interior de esta cueva madre. Nuestro descenso era impedido por arbustos espinosos, y las desprendidas piedras nos ponían en serios aprietos. El equipo de filmación se hacía pesado, los pies jugueteaban en el escabroso paso. Con pensamientos positivos y seguros de haber realizado un buen ritual, el cual nos protegería de toda adversidad, decidimos ingresar en ella. Otra vez, José tomaba apuntes, Luis filmaba; Víctor narraba y Yo, recorría cada espacio con linterna en mano, profundizándome en la caverna. Derrumbes de piedras, habían sellado  el agujero que conectaba hacia la cueva, la cual se puede apreciar desde la carretera que va a Cajamarca. Su interior; en su profundidad un aproximado de 50 metros y de altura en forma semicircular 40 metros, todo de roca firme y compacta.

En lo personal, esta experiencia marcó en vida un hito importante de conocimiento y de placer. No fue fácil llegar al lugar pero tampoco imposible. El lugar se mostró desde su inicio agresivo, pero el espíritu aventurero estaba más desafiante, cuando en cada paso encontraba indicios de desarrollo humano de un lejano tiempo. Los pedazos de ollas y cantaros, nos daban un reflejo exacto de sus ceramios finos, que se trabajaron en su población; piedras pulidas y ovaladas, las que fueron utilizadas en los tallados, nos muestran cuán grande ha sido la sabiduría del hombre andino. Las famosas pircas, que se van tejiendo entre piedra y piedra, nos brindan las formas perfectas de sus habitantes. Y mucho más el interior de sus cavernas, nos deja imaginar las mil formas por las que la naturaleza o la mano del hombre, construyó estos recintos, que pueden haber servido de albergues, refugios o zonas estratégicas para las prácticas de la guerra o de la caza. Sus símbolos tallados sobre las piedras es una muestra de su calidad cultural. La forma desafiante, que al mínimo error cometido en sus desfiladeros, podrían hacer reposar nuestros cuerpos en más de 150 metros en caída libre, la cual, no sería muy favorable para el equipo.
 
Los cactus, la ortiga de león y los espinos, siempre nos sorprendían con su bienvenida punzante.  Las lagartijas sorprendían nuestra concentración. Gualtacos, overos, bichayos y palosantos se mostraban agresivos al sentir nuestra presencia invasora. La sinfónica del Jequetepeque, nos brindaba en todo nuestro recorrido sonidos alentadores. Al Este se divisaban los petroglificos de Yonán y al Oeste el Cerro Yonán y entre ellos soñadora, la Quebrada Chausis.
El cronómetro marcaba las doce del mediodía de un domingo de febrero. El sol muy vigilante, desde lo alto, siempre estuvo pendiente de nuestros pasos, tanto él como nosotros, juntos naturaleza y seres humanos revivíamos costumbres que se desarrollaron en el lejano tiempo a orillas del Jequetepeque.

“Esto no es locura, esto es aventura” A pesar del peligro extremo, el cansancio, la sed, los calambres; el buen humor nunca abandonó a nuestro singular equipo y entre broma y broma decían: “para venir a este lugar hay que estar loco,  más loco, que éste loco”. _José aludido respondía, “suaveciiiiito nomás…”