domingo, 20 de diciembre de 2015

LAS CUEVAS DE YONÁN

01 de Septiembre de 2013
Por Juan Pablo Mora Quiroz

Un grupo de alumnos del décimo ciclo de la facultad de ciencias sociales de la escuela de turismo de la Universidad Nacional de Trujillo, como parte del curso de prácticas preprofesionales II nos dirigimos a la ciudad de Tembladera con el propósito de conocer las Cuevas de Yonán.
Como alumnos de la escuela de turismo sentimos el deber no sólo de promocionar los lugares turísticos de nuestra región sino también de conocerlos, pues sabemos que el que conoce tiene más fuerza y potencia en su mensaje para llegar a los demás.
Llegar a las Cuevas de Yonán fue toda una aventura que jamás olvidaremos. Partimos de Trujillo a las 5:15 a.m. con dirección a la ciudad de Tembladera. En el trayecto pasamos por los pueblos del norte que nos llevan hasta Ciudad de Dios. De este lugar tomamos rumbo a Tembladera a donde llegamos a las 8:30 a.m.
En Tembladera nos encontramos con otro grupo de compañeros que habían llegado a esta ciudad con un día de anticipación. En total nuestro grupo estuvo conformado por seis personas: Noemí Zambrano, Lucerito Alayo, Gina Ruiz, Lucas Infante, Alonso Flores y yo, Juan Pablo Mora. Nuestro guía fue el señor Percy Rojas Palomino, quien es una activista y escritor, promotor de los recursos turísticos y ecológicos de su tierra, y entrañable amigo y anfitrión.
Con este grupo de personas, nos alistamos y partimos ―desde Tembladera― rumbo a las Cuevas de Yonán. Para ello, tomamos un mototaxi que nos llevó hasta el puente de Yonán. Desde ahí ―siendo aproximadamente las 8:45 a.m.― iniciamos el emocionante ascenso hacia las cuevas.
Una de las primeras cosas que llamaron nuestra atención fue comprobar que la roca de la montaña que nos lleva hasta las cuevas está conformada básicamente de piedra caliza, que es la que utiliza la industria del cemento para su producción. Llegar hasta las cuevas de Yonán es una experiencia que llena totalmente a quien está buscando sensaciones fuertes, arriesgadas y de mucha adrenalina. Esto lo comprobamos durante el trayecto de subida, en donde tuvimos que ascender por una pendiente muy escarpada y empinada, obligándonos a poner todo nuestro empeño y esfuerzo para seguir subiendo, y teniendo 3 debajo de nuestros pies el abismo inconmensurable que nos mostraba todo el valle de Jequetepeque y la quebrada de Chausis ante nuestros ojos.
Después de haber subido por aproximadamente unas dos horas y media, la sensación de altura, vértigo y ansiedad es indescriptible. La subida se hacía más dificultosa por lo estrecho de los desfiladeros y el fuerte viento que parecía querer levantarnos y lanzarnos hacia el abismo. Hubo momentos en que teníamos que hacer un alto para descansar, respirar, hidratarnos, extraernos las púas de los cactus que se habían insertado en nuestras extremidades, y tomar fuerzas para seguir subiendo. En realidad todos estábamos al borde del pánico. Pero teníamos que continuar, y gracias a las palabras de coraje, estímulo y fuerza que nos imprimió nuestro guía, el señor Percy Rojas, no habríamos podido llegar a nuestra meta: las Cuevas de Yonán.
Después de reponernos y tomar nuevos bríos para seguir adelante, escalamos por unos veinticinco minutos más, aproximadamente, para llegar a la primera de las cuevas.
Nuestros corazones palpitaban a mil por hora cuando tuvimos al frente la primera de las cuevas. Después de tomarnos las fotos de rigor ―pa’l Facebook― nos decidimos a entrar a la cueva. En esta primera cueva nos adentramos aproximadamente unos cuarenta metros. Ya no avanzamos más porque había huecos y derrumbes que podían ser peligrosos para nuestra integridad física. Los inquilinos de esta primera cueva ―cientos de murciélagos― nos tenía cautivados, y al notar nuestra presencia revoloteaban de un lado a otro con su típico y escalofriante aleteo.  
A la segunda cueva ya no llegamos todos: solamente nuestra valiente y esforzada compañera, Gina Ruiz, y nuestro guía, experto en el paisaje de las cuevas, Percy Rojas. Mis respetos para ellos quienes llegaron a la segunda cueva que se encuentra a unos veinte minutos más de subida. Nuestra admiración a la compañera Gina que demostró ―sinf, sinf, sinf― que el verdadero sexo fuerte son las chicas… Por ello, de ahora en adelante, Gina será llamada como “Gina, la princesa guerrera”…
Gina nos reveló que no solo llegó hasta la segunda cueva sino que ingresó a ella ―junto con el guía Rojas― sintiendo cómo el viento recio le pegaba en el rostro cargando el rocío y la humedad del río Jequetepeque. En esta segunda cueva solo penetró por unos treinta metros aproximadamente, pues los derrumbes, los chillidos y el aleteo de los murciélagos le pusieron los nervios de punta. Lo que confirma una vez más que las mujeres pueden escalar las montañas más altas pero unos murciélagos las pueden hacer retroceder.
Mientras tanto, el grupo de “hombres” que nos habíamos quedado asustados en la primera cueva tomamos la decisión de descender. Sin esperar a nuestra amiga Gina y el guía, iniciamos el camino de baja. Pasados quince minutos de descenso, nos dimos cuenta que nos habíamos perdido!.. Comenzamos a gritar y silbar, llamando a nuestro guía, al mismo tiempo que el pánico comenzaba a apoderarse de nosotros.
Habíamos pensado que la bajada era fácil, y ahora estábamos otra vez asustados y temblorosos.
Después de más de una hora, nuestro guía contestó el celular y nos pidió que nos mantuviéramos en ese lugar y no nos moviéramos a ningún lado.
Una vez que Gina y el guía nos encontraron, bajamos todos juntos, con dificultades pero con mejor ánimo. Al llegar a la sima, sentimos que nuestras almas entraban, por fin, a nuestros cuerpos.
Al llegar a la carretera sentimos mareos que poco a poco fueron disipándose conforme nos acercábamos a la ciudad de Tembladera.
Hora de llegada: 2:55 pm. Recién nos dispusimos a almorzar y a recordar, entre risas, las peripecias que habíamos vivido en las cuevas de Yonán, y que nunca olvidaremos.
Invitamos a la comunidad trujillana y del norte del Perú a vivir esta aventura. También a quienes practican el parapente, pues una zona ideal para el ejercicio de este deporte.

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